Película de Alfred Hitchcock de 1948, la cual iba a realizarse en un principio en un único plano, cosa que me parece del todo interesante. Finalmente, se hizo en siete planos. Igualmente interesante. Es curioso fijarse en eso cuando uno ve el film, ya que Hitchcock trató de camuflar los planos acercándose a los actores o a otro objeto antes de cortar, para crear así la ilusión de que todo transcurría en un plano único, como si de una obra de teatro se tratase.
La película arranca de manera directa cuando dos estudiantes asesinan a un tercero y lo esconden en un arcón que va a servir de mesa para una cena que van a dar los jóvenes. El metraje comienza a ganar enteros con la aparición en el segundo acto de James Stewart, el cual llena la pantalla con su mera aparición, enriqueciendo su personaje con ingeniosos comentarios, ya que no tarda demasiado en darse cuenta que algo en aquella cena no va bien. El genial Stewart borda su papel de moderno Sherlock Holmes.
Desde pequeño me gustó también el decorado, el cual está compuesto de una maqueta que se puede ver casi en todo momento a través de un ventanal, simulando la ciudad. Los edificios, los neones que se encienden y se apagan, el humo en movimiento, las nubes, la claridad y oscuridad del cielo depediendo de la hora... me parece que crean una ambientación perfecta para lo que estamos viendo.
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